miércoles, 23 de enero de 2013

Las circunstancias personales no son excusa.




Ninguno elegimos venir a este mundo. Tampoco está en nuestra mano elegir nuestros padres, ni la época en que se ha desarrollar nuestra existencia, ni el lugar, ni las personas cercanas que, al menos al principio, necesariamente nos van a acompañar en nuestro camino. No podemos tampoco determinar nuestro aspecto, ni nuestras condiciones físicas, nuestras dotes o facultades, o la inicial predisposición a una buena o mala salud. Incluso, ya iniciado el camino, las circunstancias de nuestra existencia están en su mayor parte sometidas a los designios de una providencia sobre la que tampoco tenemos ningún control. No nos es dado en definitiva determinar las circunstancias de nuestra existencia, pero
 contamos en cambio con la libertad de decidir como hacer frente y vivir esas circunstancias que nos vienen impuestas. Incluso la persona más oprimida por factores ajenos, el pobre hombre recluido de por vida en una mazmorra, huérfano de todo contacto con el mundo exterior, puede aún decidir como encarar su encierro y su soledad, y puede hacerlo de formas tan distintas, que esa vida, en principio, horrible y sin sentido, puede llegar a ser un reto apasionante. La vida, nuestra vida, no reside en el exterior, sino dentro de nosotros mismos. Por eso, por paradójico que resulte, y dependiendo de cómo enfrenten su existencia puede haber hombres, que gocen de total libertad, y que en cambio estén mucho más muertos en vida que el desdichado de la mazmorra.

Miguel G.

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