El hombre, cuando piensa en la muerte, y desgraciadamente piensa muy poco, al menos el hombre de hoy, la contempla desde una perspectiva trágica, pesimista, dolorosa. La contempla con enorme desasosiego, pues piensa en ella como una partida, como un viaje, en el mejor de los casos a no se sabe dónde, y en el peor, y más extendido, como un viaje a ninguna parte.
Pero, realmente, la muerte se puede vislumbrar desde una perspectiva totalmente distinta, y mucho más esperanzadora. No será la muerte, más que una partida, un retorno. Más que un “nos vamos”, “un volvemos”. No hemos estado siempre aquí. Nuestro paso por la vida es transitorio y, por prolongado que sea, terriblemente breve en la inmensidad del tiempo. Al pensar en la muerte, quizás sería bueno acordarnos de cómo vinimos a la vida, ¿de dónde vinimos? ¿No será la muerte un retorno a aquel lugar del que vinimos? Si vinimos de nuestra casa, de la casa de nuestro verdadero Padre, ¿no será la muerte una vuelta a nuestra verdadera casa? Terminado el viaje de la vida, un retorno al hogar dónde más pronto o más tarde nos terminaremos reuniendo con todos nuestros compañeros de viaje. Por tanto, al pensar en la muerte, ¿no se nos estará escapando lo principal?; el viaje que sabemos terminará con la vuelta a casa, ¿lo hemos sabido aprovechar?.
Miguel G.
Miguel G.
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