El funcionario atendió solícito
las preguntas de quien, a punto de iniciar la aventura de la vida, preguntaba
sobre el funcionamiento de la cuenta corriente del tiempo de la que pronto
sería titular.
.- Esta cuenta, ¿funciona como
una cuenta corriente normal?
.- No exactamente amigo, es una
cuenta un tanto especial. Cualquier duda que tenga yo estoy aquí para
aclarársela lo mejor que pueda.
.- ¿De que saldo voy a disponer
en esa cuenta?
.- De uno que desde hoy mismo
está ya determinado, pero precisamente una peculiaridad de esta cuenta, es que
el cuentacorrentista no puede conocer dicho saldo nunca.
.- Pero ni aproximadamente me
puede decir que saldo tengo.
.- Estadísticamente lo más
probable es que disponga de unos 85 u 87 años, que es la actual esperanza de
vida en el país dónde va usted a nacer. Pero nadie le garantiza que así sea.
Pueden ser unos años más, unos menos, o incluso muchos menos; quizás solo unos
meses, unos días o unas horas. Nunca se sabe. Mi consejo es que , puesto que
jamás sabrá cuanto le queda de saldo, aproveche bien el que tenga, pues es
muchos más preciado que el oro.
.- ¿El saldo inicial es un
crédito que debo devolver en algún momento?
.- No, el saldo con el que arranca es totalmente gratuito,
un puro regalo.
.- ¿En que moneda funciona mi cuenta?
.- En la que usted prefiera, dependiendo de si le gustan las
cifras con muchos ceros o las cifras más modestas. Lo puede contabilizar en
segundos, minutos, horas, días, semanas, años….lo que usted quiera, el tiempo
disponible en su cuenta de todas formas no variará
.- ¿Puedo hacer ingresos en mi cuenta?
.- Me temo que no amigo, eso es totalmente imposible.
.- ¿Quiere eso decir que yo no puedo comprar tiempo a otros
para ingresarlo en mi cuenta?
.- Efectivamente usted no puede ni comprar tiempo a otros ni
vender el propio. Si permitiéramos eso se darían situaciones horribles.
Imagínese usted amigo, gente aburrida y sin recursos, venderían sus días o
meses, y otros a quienes el saldo estuviera próximo a llegar a cero pagarían
cualquier cosa por adquirirlo. Que padre de un niño con leucemia no vendería
sus propios años para donárselos a su hijo. No, no se puede. El tiempo ni se
vende, ni se compra.
.- ¿Puedo disponer del saldo de esa cuenta a mi voluntad?.
.- Me temo que eso tampoco puede hacerlo.
.- Deberá disponer del tiempo de forma constante. Imagínese
usted el número con el que arranca. El saldo de su cuenta es como un cronómetro
que empieza a rebajar el saldo de forma constante hasta que el mismo se haya consumido
por entero. Si usted pudiera decidir como y cuando gastar el tiempo, pararía el
cronómetro cuando tuviera un momento de gran felicidad o dicha para hacer que
el mismo se prolongará a su placer, o lo aceleraría en momentos de gran dolor o
sufrimiento. No, lo siento, pero eso tampoco lo puede hacer.
.- Pues la verdad, esta cuenta corriente tiene unas
condiciones en la letra pequeña que no me parecen muy favorables.
.- No lo vea usted así. Recuerde que el saldo con el que
arranca es un puro regalo, no le cuesta nada.
.- Y ¿cuándo queda cancelada la cuenta?
.- Cuando se agote el saldo. Si la cancela antes el que le
ha hecho el regalo se enfadará mucho. De hecho su obligación principal al
recibir este regalo es mantener dicha cuenta abierta hasta que se agote el
saldo.
Viéndole algo atribulado el funcionario quiso darle unas
palabras finales de ánimo:
.- No se preocupe.
Mi consejo es que acepte las normas y trate de hacer el mejor uso
posible del saldo del que dispone. El saldo un día será cero y se cerrará la
cuenta; amargarse por este hecho, absolutamente inevitable, es tontería. Cuando
ese momento llegue lo importante, igual que en cualquier cuenta de dinero, es
saber que no hemos derrochado o desperdiciado el saldo, que lo hemos gastado
con cordura y sensatez; que ni el último céntimo – o minuto, je!je! - ha sido
despreciado o malgastado.